¿Puede una feminista enamorarse? Y otras preguntas existenciales de los 90’s

Era una de esas noches en las que todo se sentía un poco too much. Estaba en mi sillón, con un vaso de vino en la mano y mi preciosa Golden retriever mirándome con el juicio de quien no entiende por qué sigues repitiendo los mismos errores. En la tele, una repetición de Friends en la que Rachel le gritaba a Ross por lo de “¡Estábamos tomándonos un descanso!”. Yo, mientras tanto, revisaba mi WhatsApp y veía una serie de audios de mi amiga Sofía, que sonaban cada vez más preocupantes.

—Tía, creo que estoy enamorada.

—¿De quién?

—De un hombre heterosexual y… (pausa dramática) gentil.

—¿Y cuál es el problema?

—Pues… ¡soy feminista! ¿Acaso puedo ser una mujer fuerte e independiente y aún así querer que alguien me abra la puerta del coche? ¿Puedo luchar por la igualdad de género y al mismo tiempo disfrutar de los abrazos de oso de un tipo que huele a sándalo? ¡Dime que no tengo que elegir.

No sé por qué, pero entendí su crisis. Porque, si algo nos han vendido por años, es que el amor romántico y el feminismo son como el aceite y el agua: dos cosas que simplemente no pueden mezclarse. Como si enamorarte de alguien significara automáticamente renunciar a tu independencia, y como si la única opción para vivir tu lucha fuera la soledad y la resistencia en un departamento lleno de libros de Simone de Beauvoir y fotos de exnovios tachadas con marcador rojo.

Pero, ¿realmente tiene que ser así?

Feminismo y amor: Un matrimonio posible (sin divorcio exprés)

Ser feminista no significa odiar el amor ni a los hombres. Significa entender que el amor debe construirse desde la libertad, el respeto y la equidad. Es querer a alguien sin perderte a ti misma. Es poder hablar de tus logros sin que el otro se sienta amenazado. Es sentirte en casa, pero sin renunciar a viajar sola.

El problema es que nos han enseñado que el amor solo se vive desde los extremos: o te entregas y te pierdes en él, o lo rechazas y te pones una armadura emocional. Pero, ¿qué pasa con el punto medio? ¿Con ese espacio en el que puedes ser tú, con tus ideales intactos, y aún así derretirte un poco cuando alguien te dice que te ves hermosa un domingo en pijama?

El amor (bien entendido) no es una traición a la lucha

La clave está en desaprender la idea de que amar es sinónimo de sacrificio. Porque no, no tienes que dejar de ser fuerte para ser amada. No tienes que renunciar a la igualdad para disfrutar de una cena romántica con alguien que te hace reír hasta que te duele el estómago. No tienes que elegir entre luchar por tus derechos y querer a alguien con intensidad.

Es más, amar desde el feminismo es una de las formas más revolucionarias de amor. Porque cuando dos personas se eligen desde la libertad y el respeto, cuando se apoyan sin depender, cuando crecen juntos en lugar de anularse… ahí está la verdadera magia.

Así que, Sofía, tranquila. No tienes que devolverle los abrazos de oso al tipo que huele a sándalo. Puedes ser una mujer fuerte, feminista y aún así disfrutar del romance sin culpa.

Y si alguien te dice lo contrario, pregúntale cuántos episodios de Friends ha visto. Porque si algo nos enseñaron los 90’s, es que la vida y el amor no son una dicotomía. Son un mess adorable en el que puedes ser independiente, reírte del drama y seguir creyendo en el amor. Aunque Ross y Rachel nunca se pusieran de acuerdo, sobre el we were on a break!.